Un tío de mi padre, era un hombre de refinadas costumbres, de
modales pulcros, de educación muy noble, hasta para sentarse tenía
buen gusto, no digamos la forma de vestirse y de conversar, bueno
pues, si al saludar inclinaba el cuello. Mi padre me contaba que
algunas mujeres de su época se enamoraban de él, mi padre lo
mencionaba mucho y emuló casi todas esas enseñanzas que fueron
heredadas. Lo mejor que era un hombre de modesta condición económica
pero de una opulenta educación. Como en los juegos de azar, yo no
gané la lotería pero saqué mi terminación.
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